Desde un plano funcional, hablar del ficticio John Rambo nos obliga a referirnos a un tipo inadaptado, arisco, agresivo, asocial y sin relaciones significativas. Un individuo que no trabaja ni produce. Que tampoco sabe muy bien quién es. Rambo sólo recupera momentáneamente el pleno de sus habilidades cuando encuentra nuevamente un conflicto en el que involucrarse. Es en la guerra donde Rambo se siente cómodo y trabaja eficazmente. En el conflicto John ve reintegradas las piezas de su identidad fragmentada.
Atender a la personalidad de John Rambo, pese a tratarse de un personaje ficticio conduce hacia el recuerdo de un asesino en serie español, Alfredo Galán 'El asesino de la Baraja'. Galán, en septiembre de 1998, ingresó en el ejército, donde alcanzó el rango de Cabo Primero del Regimiento de Paracaidistas de Alcalá de Henares, participando en dos misiones humanitarias en Bosnia. En enero 2003 su unidad fue relevada de Bosnia y le enviaron a la costa gallega a limpiar el chapapote que procedía del Prestige, misión que a Galán no le hizo mucha gracia. En 2003 causaría baja en el ejercito tras tener varios problemas con su superior y comenzaría a tomar forma su particular síndrome de Rambo. Intentaría acceder a las Guardia Civil pero no llegó a superar las pruebas de acceso y por ello comenzó a trabajar como vigilante de seguridad. Pero Alfredo donde se encontraba cómodo era en el ejercito, cuerpo en el que se sentía alguién importante. Destacaba como tirador y comenzó a hacer lo que Jhon Rambo, buscar un nuevo conflicto, un nuevo enemigo. Galán con una Tokarev que trajo de Bosnia comenzó una nueva guerra. Y esta vez el enemigo sería el conjunto de la sociedad.
Un caso reciente de este síndrome podría verse reflejado también en Jose Breton, padre de los niños, Ruth y José desaparecidos en Cordoba. Bretón ingresó en el Ejército en 1994 como voluntario especial, una figura vigente cuando aún existía la tropa de reemplazo. Fue destinado a la Brigada Mecanizada X, con base en Cerro Muriano. Entre abril y octubre de ese mismo año, viajó a Bosnia-Herzegovina como miembro de la Agrupación Táctica española (SPAGT) 'Córdoba', que fue la encargada de vigilar el cumplimiento del alto el fuego entre croatobosnios y bosniomusulmanes, además de colaborar en la reconstrucción de infraestructuras dañadas por la guerra. El propio letrado de Bretón llegó a manifestar que este vino "tocado de Bosnia".
Podemos apreciar este mismo síndrome en otro asesino en serie internacional, quien pasó por el adiestramiento militar. Anatoli Onoprienko se enroló en la Marina Soviética, con la que viajó a lo largo del mundo. Uno de esos viajes le llevo a Río de Janeiro, donde quedaría cautivado por el Cristo de Corcovado. Tanto fue así que cada una de sus acciones criminales estarían marcadas por una cruz en macabro homenaje a esta figura.
Desde este rincón nos preguntamos ahora si estos monstruos se convierten en lo que son por los hechos vividos durante el conflicto bélico o por el contrario ya han entrado en el ejercito con estas peculiares cualidades asesinas.
Apreciando las pruebas psicológicas que anteceden a la superación de cualquier oposición, queda claro que es muy difícil que un psicólogo, en los pocos minutos que dura la mencionada fase, pueda encontrar la huella de un asesino en serie en potencia. Así mismo este síndrome se contempla en puntuales casos de soldados que han vivido un conflicto bélico, detalle último que delimita la extensión del mismo, ya que sin ir más lejos en España hasta 2001 un amplío rango de la población acababa siendo soldado durante una época de su vida con la obligatoriedad del servicio militar.
Muy interesante.
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