sábado, 18 de febrero de 2012

RESCATES, VIDENTES," UN NEGOCIO QUE SALIO MAL" Y UNA VOZ, LA DE SU ASESINO.

El 12 de abril de 1993 la joven Anabel Segura, de 22 años, salió de su casa de La Moraleja. Sobre las tres de la tarde, vestida con ropa deportiva, se dispuso, despreocupada, a realizar footing. La Moraleja estaba en calma. Nadie la molestaba. Con nadie se cruzaba por la calle mientras corría. Sólo ella y su música. Ni siquiera se percató de que una furgoneta blanca acababa de superarla y se detenía a unos metros delante de ella. Segundos después, Anabel Segura sería abordada por un hombre corpulento que salía de la furgoneta. Prácticamente como si se tratase del inicio de la reciente novela escrita por Nieves Abarca y Vicente Garrido. 'Crímenes Exquisitos', en la que la gallega Lidia Naveira es asaltada mientras práctica footing por un hombre que conducía una furgoneta blanca en pleno paseo marítimo. Por desgracia, lo de Anabel no era ficción .

Los gritos de Anabel alertaron a un jardinero de un centro escolar cercano al lugar. Salió a la calle y vio cómo se alejaba una furgoneta. Sólo pudo fijarse en que era blanca. El destino, que había puesto a ese jardinero a trabajar ese día y esa hora, fue esquivo a la hora de ofrecer a ese hombre las gafas que necesitaba para ver bien. Se iniciaría así el secuestro más largo de la historia de España. Novecientos días. Ni más ni menos. Días que se desvanecerían al encontrar el cuerpo de la joven.

El año del secuestro de Anabel, España estaba inmersa en una profunda crisis. La recesión (¿les suena?) se había instalado y el desempleo se había disparado. Esa profunda crisis condujo a un transportista de 28 años, casado y con hijos, Emilio Muñoz Wadix, y a un fontanero de 35 años, casado y con dos hijos, Cándido Ortiz Aón, 'el Candi', a cometer el secuestro. Un secuestro que preveían que fuese 'exprés'. Un juego de niños. Anabel era el vehículo hacia un suculento rescate con el que olvidarse para siempre de sus apremiantes problemas económicos. Sin embargo, pronto se darían cuenta de que "su negocio saldría mal", tal y como reconocería Emilio Muñoz. La joven le dijo a sus captores que sus padres se encontraban fuera de Madrid y que le sería imposible contactar con ellos ese mismo día. Las horas pasaban. Y el nerviosismo e inexperiencia de los secuestradores no auguraban un final feliz. Emilio y Cándido no disponían de infraestructura para mantener a la rehén durante días y la liberación de Anabel no era una opcion. Entendían que la joven les había visto las caras y podría denunciarles. Después de seis horas de secuestro y de conducción por las carreteras de las provincias de Madrid, Ávila, Segovia y Toledo, la furgoneta se detendría junto una fábrica de cerámica abandonada en Numancia de la Sagra (Toledo). Creían que aquel podía ser un buen escondite. Pero de nuevo les pudo el nerviosismo. La joven Anabel intentó fugarse y el nerviosismo se apoderó de sus captores. Su intento de huida se tradujo en la decisión de Emilio de poner fin al secuestro asfixiando a Anabel Segura. Después, Emilio y Candido arrojarían el cuerpo de la víctima a una fosa del inmueble en ruinas. Aquella lejana noche, el propio Emilio Muñoz comunicaría a su mujer Felisa García Campuzano que Candido y él habían 'secuestrado' a Anabel Segura.

Días después, la desaparición comenzaría a copar portadas y a calar en la sociedad, trasladando una enorme presión a los investigadores del caso, quienes llegaron a recibir la llamada del entonces presidente del Gobierno, Felipe González, interesándose por el caso.
La difícil investigación de un secuestro al azar y las escasas pruebas con las que contaba la Policía, que no eran más que la descripción de una furgoneta blanca sin marca ni modelo, la parte superior del chándal y el walkman de Anabel que había perdido durante el forcejeo. La investigación se antojaba harto complicada.

El 14 de abril, dos días después del secuestro y asesinato de la joven, se recibió en el domicilio de José Segura, padre de Anabel, una llamada en la que se pidió a la familia 150 millones de las antiguas pesetas, sucediéndose en los dias posteriores hasta trece llamadas, efectuadas, tanto por Emilio Muñoz como por Cándido Ortiz, quienes llegaron a grabar una cinta simulando la voz de Anabel Segura como prueba de que esta seguía viva. La falsa voz de Anabel era obra de Felisa García Campuzano, quien ya tenia conocimiento del asesinato de la joven por parte de su marido. Felisa grabaría la cinta desde el interior de la furgoneta, que se encontraba en el garaje de su casa, y que había servido para transportar a Anabel Segura.

El mensaje fue el siguiente: 
Voz femenina: “Hola padres, estamos a 22 de junio de 1992. Quiero deciros que estoy bien dentro de lo que cabe. Esta gente no me cuida mal, pero me gustaría estar en casa con vosotros, porque ya llevo bastante tiempo aquí y tengo muchas ganas de veros a todos vosotros, así que a ver si todo esto se termina pronto. Hasta luego papá. Adiós mamá. hermana, te quiero mucho. Adiós”.

Voz masculina: "Ahora escúchenme con atención. Han escuchado la voz de Anabel. Si no se cumplen todas nuestras peticiones en la entrega del dinero, dentro de treinta días después de recibir nuestra cinta, la ejecutaremos...
...Y repito, y perdóneme mi, digamos, oportunismo, o digamos mejor dicho, que sea tan reiteradamente un poco pesado, esta situación se está complicando mucho, está poniendo en peligro nuestra pequeña organización de delincuencia organizada...
...Y el señor portavoz de la policía, don Manuel Jiménez, que se cree que todo lo sabe y para mi humilde opinión sabe menos que los pimientos colorados...
...Investigar que investiguen por donde quieran. No van a encontrar nada, nada de nada. Y errores, como comprenderá, hemos cometido creo, no vamos a decir ninguno, pero muy poquitos o ninguno...”

Los padres, aferrados a la esperanza, creyeron reconocer la voz de su hija en la grabación; la Policía pronto descartó que la voz de Anabel fuese la voz de la cinta grabada. No obstante se fijarían hasta en dos ocasiones dos puntos para hacer la entrega del rescate, una en Guadalajara y la otra en Tarancon (Cuenca), pero los secuestradores no se presentaron. El estudio de la cinta revelaría que quien la grabó tenía una vida bastante normalizada y con niños, ya que muy al fondo se oían sus voces. Así mismo se localizó una cabina en Vallecas desde donde se habían realizado varias llamadas por parte de los secuestradores.

La investigación iba lenta y el Ministerio del Interior decidió incentivar la misma ofreciendo una recompensa de 15 millones de pesetas por cualquier pista que puediese conducir a los delincuentes. Un mes después, la familia Segura aumentaría dicha recompensa añadiendo 15 millones más. Los videntes, ante tan suculento premio, comenzarían a llamar a la puerta de la familia Segura con información del paradero de su hija. Todos coincidían en que Anabel estaba muerta. En lo demás, cada uno decía una cosa distinta.

Fue en aquel momento cuando la Policia decidió divulgar la voz de los secuestradores para pedir la colaboracion ciudadana. El 6 de abril de 1995, España se paralizó para escuchar la cinta con cortes de voz escogidos por los expertos, en una iniciativa hasta entonces inédita. Este 'experimento' daría sus frutos y el 29 de junio de 1995 una de las llamadas que pretendía identificar la voz del secuestrador apuntaba a un tal Emilio Muñoz Wuadix. La llamada la había realizado un particular que afirmaba acabar de recibir un envío postal a través de ese individuo reconociendo su voz. Inmediatamente, Emilio Muñoz pasaría a la lista de sospechosos preferentes. Todo coincidía respecto al sospechoso: La empresa donde trabajaba Emilo había hecho trabajos en La Moraleja; cerca del punto fijado por los secuestradores para entregar el rescate en Guadalajara vivía su hermano; tenía mujer e hijos; frecuentaba Vallecas.

El 28 de septiembre en 1995, Emilio Muñoz y su mujer serian detenidos, alejados apenas a un par de kilómetros del lugar en el que Anabel Segura había sido asesinada casi 900 días antes. Tras la confesión de Emilio, en la que inculpo a Candido Ortiz e indico el lugar donde habían enterrado el cuerpo de la joven, las proximidades de una fábrica de cerámica derruida situada en Numancia de la Sagra (Toledo). Poco después se encontrarían los restos cadavéricos de Anabel Segura Foles. Parte de un chándal. Unas zapatillas de deporte. Calcetines de color blanco. Una cuerda gruesa de color rojo con varios nudos y pelos anudados. Y un cordón blanco fino con tres nudos.

El recuerdo de Anabel inunda hoy en día la Moraleja. Una calle rinde homenaje a una veinteañera a la que cercenaron su vida dos individuos incapaces de encontrar una solución menos dañina a la acuciante crisis económica que asfixiaba sus vidas.

1 comentario:

  1. Efectivamente, nos inspiramos en la malograda Anabel para el inicio de la novela, cuanta razón! El secuestro de esa chica me había marcado de forma muy profunda.
    Un saludo.
    Nieves Abarca.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.