jueves, 12 de abril de 2012

LLEGARÁN HASTA EL FINAL, Y YO DETRÁS.

La muerte de la Viguesa Déborah Fernández de 22 años, aún sigue siendo a día de hoy, a punto de cumplirse 10 años del trágico suceso, un rompecabezas inacabado. Sólo con echar un vistazo a todas las informaciones confusas que rodean a esta muerte y que aparecen recogidas en los medios de comunicación se comprueba que la extrañeza es el rasgo definitorio de este caso. Pese a ello, los investigadores no han tirado la toalla con este difícil asunto. “Llegarán hasta el final, y yo detrás”, asegura la madre de la joven.

La pista de Déborah Fernández se perdería el pasado 30 de abril de 2002 cuando se encontraba haciendo footing por el paseo de la playa de Samil. Algunos medios informan que iba acompañada de su prima y que ésta sólo se separó de ella a escasos metros de su domicilio. En otras informaciones, ni mencionan a esta familiar. Diez días después, su cadáver aparecería en una cuneta de la carretera C-550, la que une Baiona y A Guarda, en el término municipal de O Rosal. Como en la mayoría de los casos que hemos estado analizando recientemente, tampoco se conoce testigo alguno que pudiese aportar algún dato esclarecedor sobre la desaparición de la joven. Algo difícil de asumir. ¿Quién no ha hecho footing y ha sentido miradas anónimas posadas sobre su vestimentao sobre su rostro desencajado?

El cuerpo de Déborah aparecería desnudo y tratado con sumo cuidado, con mimo, sin presentar signos de violencia. Ni la autopsia pudo determinar la causa de la muerte. En 2002, año en el que apareció el cadáver, algunos medios de comunicación indicaban que el cuerpo había sido hallado en avanzado estado de descomposición y con la cara totalmente desfigurada a causa de la violencia con la que fue tratada. Detalle este último que significa las versiones encontradas que se relacionaron con esta historia dependiendo de la fuente en la que bebiese el periodista de turno. 

Los investigadores barajan dos hipótesis de cómo pudo morir la joven. Una de ellas tendría que ver con la muerte súbita, muerte natural debida a causas cardíacas, inesperada en el tiempo y en su forma de presentación. Si bien esta teoría fue rechazada por familiares y allegados que conocían bien la forma física de la joven. Otra hipótesis fijaba que alguien hubiese utilizado algo que hubiese impedido respirar a Déborah hasta provocar el fallecimiento. 

La tipología de la escena del crimen donde apareció el cadáver de Déborah era una escena de exterior, ya que fue encontrada en la cuneta de una carretera. Se comprobó que era una escena del crimen simulada al encontrarse un pañuelo de papel y un preservativo con restos de semen. ¿Por qué? Porque el cuerpo de Deborah se encontraba desnudo, pero la autopsia reveló que no había sufrido ningún tipo de abuso sexual y que no había mantenido relaciones sexuales antes de morir. 

Déborah Fernández había muerto a las pocas horas de su desaparición. Su cuerpo había sido ocultado por su asesino en un lugar frío para que no se descompusiera hasta decidir qué hacer con el mismo. Diez días más tarde, el responsable de su desaparición decidió, o fue asesorado, para crear una escena de crimen falsa y dejarla tirada en una cuneta donde no sería difícil hallarla. 

Lo que parece claro es que la joven conocía a su asesino. Y lo más seguro es que accedió a irse con el voluntariamente, ya que parece extraño que si hubiese actuado violentamente introduciendo a Deborah en un vehículo nadie hubiese observado esa escena. No sería de extrañar que quien hubiese terminado con su vida hubiese sido una persona con un fuerte vínculo afectivo hacia la joven. Sólo hay que fijarse en el cuidado con el que dejó el cuerpo en la cuneta, ocultando las partes más íntimas de la joven. Se recoge así mismo que Deborah llevaba unos días intranquila, nerviosa. Algo o alguien la quitaba el sueño, la asustaba, la hacía dormir con la luz encendida. Deborah había estado recibiendo amenazas telefónicas. ¿Pero de quién?, ¿qué la quitaba el sueño?, ¿quería terminar con algún vinculo afectivo desconocido por su familia y tenía miedo de hacerlo? 

Todos los indicios apuntan pues hacia que Deborah conocía a su asesino. A que no opuso resistencia para ir con él y que una vez a solas, su asesino terminó con la vida de la joven y que al no saber qué hacer con el cadáver, asustado, seguramente asesorado por alguien, lo introdujo en un lugar frío hasta que decidieron simular una escena del crimen. Lo que está claro es que un asesino no ha pagado aún por su crimen. Y ya han pasado 10 años. La madre de la niña no duda en que la policía llegará hasta el final, que llegará hasta él.


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