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Todo lo que rodea a este asesino en serie, Juan Manuel Galán, es bastante peculiar. Una de estas singularidades apuntaría hacia un apellido, que comparte con otro monstruo de sobra conocido y desarrollado por 'crimenycriminologo' en anteriores entradas, Alfredo Galán, 'El asesino de la baraja'. La edad, tan solo 20 años, es otra característica de este joven asesino en serie que se convertiría en el 'serial killer' más joven de España. Sus víctimas también podrían englobarse dentro de este aspecto tan particular, ya que todas ellas contaban o rozaban los cuarenta años de edad. Aunque si bien es cierto, y como comprobaremos en su modus operandi, el componente sexual no era el motor de los delitos cometidos por Juan Manuel Galán, sino que era más bien un asesino en serie de tipo económico. La forma de descubrirlo sería su última peculiaridad: tuvo que morir para que los investigadores descubriesen en realidad quién era Juan Manuel Galán.
Poco se sabe de Juan Manuel, un asesino que contaba con tan solo 20 años cuando falleció. De apariencia normal, tras terminar sus estudios de primaria sólo conseguiría tener algún que otro trabajo temporal. Pero la historia criminal de este joven asesino comenzaría a ser conocida un 11 de Enero de 2004 en la Calle Pintor Maella de Valencia. Vicente Ferriols, un celador de hospital y aficionado a la videncia de 39 años, casado y con dos hijos, quedaría en su casa con Juan Manuel Galán, a quien había conocido a través de un chat de amistad. Tras una acalorada discusión, Juan Manuel apuñalaría a Vicente, que se defendería clavándole un abrecartas justo antes de fallecer. Juan Manuel, herido, consiguió bajar las escaleras del edificio y llegar a la calle, donde se desplomó. Sería trasladado de urgencia al Hospital Clínico de Valencia, pero la gravedad de las heridas haría que el joven falleciese en la misma ambulancia.
Juan Manuel Galán no llevaba ningún tipo documentación que lo identificase. Y nadie preguntó por él. Su identidad se convirtió en un misterio, pero las sorpresas pronto llegarían. A raíz de unas pruebas de ADN, los investigadores descubrieron que Juan Manuel estaba relacionado en la muerte de Isabel Fornás, una mujer de 46 años que apareció estrangulada en su casa de la calle del Arzobispo Mayoral de Valencia, tras citarse con un extraño a través de un anuncio de contactos por internet. Isabel era una mujer solitaria que trabajaba como informadora turística del ayuntamiento de Valencia. La policía hallaría su cadáver, con los pantalones bajados, el 4 de febrero de 2003 en su apartamento de Valencia. El piso estaba revuelto y en el espejo del baño había una esvástica pintada con pasta de dientes. Un escenario del crimen preparado por José Manuel con el único fin de confundir a los investigadores, ya que la autopsia desvelaría que Isabel había sido estrangulada y no había sufrido ninguna agresión sexual.
La Policía también le imputó el asesinato de Concepción Navarro, una agente de seguros de 53 años que estaba separada y vivía sola en Valencia. El 6 de junio del 2003, Concepción salió al rellano de la escalera de su edificio, pidiendo auxilio a gritos y con un cuchillo clavado en la garganta. Fue trasladada al hospital, donde falleció a las pocas horas. Los investigadores comprobaron que Juan Manuel había ido a casa de Concepción unas semanas antes de su muerte para arreglar una persiana. A partir de ese momento, iniciaron una relación de amistad, y el joven visitó a la mujer en más ocasiones hasta que se decidió a robarla y terminar con su vida.
Los agentes continuaron investigando otros crímenes, ya que no descartaban la posibilidad de que Juan Manuel fuera responsable de otros asesinatos que todavía estaban por esclarecer en ese momento en Valencia. Tal era el caso de Isabel S, una enfermera jubilada, religiosa e introvertida, muerta de 12 puñaladas durante un intento de robo y cuyo asesino prendió fuego a la casa para borrar las huellas. A día de hoy, también se sospecha que el joven hubiese podido realizar atracos por el mismo procedimiento y que muchas de sus víctimas no le denunciasen en su momento por no reconocer que se citaban con extraños.
José Manuel Galán moriría matando y su nombre seria relacionado para siempre a un alias, 'el asesino del chat', ya que su modus operandi la mayoría de las veces se repetía. Contactaba con sus víctimas por Internet y, tras al menos un encuentro, regresaba para robarlas y asesinarlas. Las declaraciones de sus amigos no dejan lugar a dudas. "Se pasaba el tiempo chateando desde un bar de su barrio", cuentan.
El mundo de la red es fascinante. Una fuente de información. Un vehículo para conocer gente nueva y reencontrarte con viejas amistades ya olvidadas. Pero al igual que en la vida, tal y como sostuvo Pérez Caballero durante su charla días atrás con este mismo rincón del ciberespacio, "no debemos vivir con miedo, pero conviene estar siempre en alerta". En la red, esta premisa debe ser nuestra bandera.
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