Desde este blog siempre hemos mostrado una sentida preocupación por la violencia de pareja. Una lacra que se está destapando inmune a los actuales programas de prevención. Meses atrás nos tropezamos con una nueva teoría que respiraba realismo y que había sido elaborada por una mujer que abordaba el problema desde la propia experiencia. Después de convivir 10 meses con un maltratador y tras nueve años de investigación autodidacta, Araceli Santalla llega a una conclusión que ya intuyen especialistas de la talla del psiquiatra Valentín Barenblit: el maltratador/a sufre un trastorno mental severo que compete no sólo a la justicia, sino también a los responsables de la salud mental. Pero la autora va más allá y se atreve a definir minuciosamente tanto el origen como las causas del hipotético trastorno, apuntando hacia los síntomas y sus tipologías. Llegando a aportar incluso orientaciones para una futura terapia. Con su libro 'El machismo no es el problema', Araceli busca lo que ella misma consiguió: salvar vidas.
- La primera pregunta es obligada ¿El machismo no es el problema?
Bueno, es el título de mi libro que, ciertamente, me ha obligado a dar muchas explicaciones porque parece una provocación gratuita. Pero no lo es. No digo que el machismo no sea UN problema, sino que no es EL problema capaz de explicar, por sí solo, la violencia de pareja. De hecho, en países donde llevan décadas combatiendo el machismo e implantando políticas de igualdad, mantienen tasas muy altas de feminicidios (véase Finlandia). Y sin ir más lejos, en nuestro país, en estos tiempos en que los niños crecen lejos de los criterios patriarcales de antaño, también padecemos un aumento del fenómeno en generaciones cada vez más jóvenes. Lo que pretendo es llamar la atención sobre la importancia del factor psicológico que, por comodidad y temores ideológicos, se desatiende y se niega sistemáticamente, dejando en el desamparo a agresores y víctimas que podrían revertir su situación y alejar el peligro con terapias adecuadas. Al mismo tiempo, incido en la idea de que también las mujeres maltratan y matan a sus parejas con motivaciones muy similares (celos, venganza o dominación patológicos) sin que una forma invertida de machismo pueda explicarlo. Aceptando el protagonismo del componente patológico, ya no escandaliza el título de mi libro y se comprende mejor cuando añado que el machismo es en realidad el ambiente donde el verdadero problema se encuentra cómodo. Si quitamos el machismo, no resolvemos el problema, sólo lo incomodamos.
Bueno, es el título de mi libro que, ciertamente, me ha obligado a dar muchas explicaciones porque parece una provocación gratuita. Pero no lo es. No digo que el machismo no sea UN problema, sino que no es EL problema capaz de explicar, por sí solo, la violencia de pareja. De hecho, en países donde llevan décadas combatiendo el machismo e implantando políticas de igualdad, mantienen tasas muy altas de feminicidios (véase Finlandia). Y sin ir más lejos, en nuestro país, en estos tiempos en que los niños crecen lejos de los criterios patriarcales de antaño, también padecemos un aumento del fenómeno en generaciones cada vez más jóvenes. Lo que pretendo es llamar la atención sobre la importancia del factor psicológico que, por comodidad y temores ideológicos, se desatiende y se niega sistemáticamente, dejando en el desamparo a agresores y víctimas que podrían revertir su situación y alejar el peligro con terapias adecuadas. Al mismo tiempo, incido en la idea de que también las mujeres maltratan y matan a sus parejas con motivaciones muy similares (celos, venganza o dominación patológicos) sin que una forma invertida de machismo pueda explicarlo. Aceptando el protagonismo del componente patológico, ya no escandaliza el título de mi libro y se comprende mejor cuando añado que el machismo es en realidad el ambiente donde el verdadero problema se encuentra cómodo. Si quitamos el machismo, no resolvemos el problema, sólo lo incomodamos.
- Su libro está basado en una experiencia personal y lo que aprendió de ella...
Así es. Antes de convivir con un celoso agresivo, pensaba que alguien con su inteligencia, consciencia, sensibilidad, humor y voluntad, debía poder controlar sus impulsos y comprender la irracionalidad de los celos hasta desecharlos con algo de ayuda. Tuve que convivir 10 meses con él para saber que ni todo el amor ni toda la voluntad del mundo pueden con un enemigo tan poderoso, que no es la persona, sino la patología. Gracias a su consciencia del problema, pude saber cómo funciona la cabeza de un maltratador celoso no machista y después de dejar la relación, publiqué mis conclusiones en internet. Así fue como, al ver que muchos hombres y mujeres se identificaban con esa sintomatología, comprendí que había algo muy grave que no estaba siendo investigado en la violencia de pareja, un “olvido” que quizá podría explicar el imparable aumento de muertes en todo el mundo. Y de ese desconcertante descubrimiento nació el compromiso de escribir este libro.
- ¿Qué espera conseguir con su obra?
Espero mucho, la verdad. Nada para mí, desde luego, pues no hay reconocimiento ni dinero en el mundo que pueda pagar lo que espero, que es salvar vidas. Quizá nunca lo sepa, porque nadie me diga “tu libro salvó mi vida”, pero tengo la confianza de que, igual que mi aprendizaje posiblemente me salvó a mí, la interpretación y herramientas que aporto son de un potencial inmenso para enfrentar con seguridad una relación violenta y escapar de ella con éxito.
- ¿Cómo nace Vive Sin Celos (VISC)? ¿Qué fines y objetivos tiene la asociación que usted preside?
La Asociación fue la segunda consecuencia, tras el libro, de descubrir la desatención que sufrían las personas celosas agresivas que reconocían su problema y buscaban, sin lograrlo, ayuda para cambiar. Hacía falta una entidad que diera eco a esta realidad y clamase por terapias eficaces, ofreciendo a su vez recursos para manejar el trastorno como alternativa y complemento a las medidas oficiales contra la violencia de género. Nuestros fines son:
· Combatir la violencia de pareja sin distinción de género desde una perspectiva psicológica, prestando especial atención al protagonismo de los celos patológicos en el fenómeno.
· Alentar la investigación de los trastornos psicológicos que pueden aquejar a los maltratadores de ambos sexos para incidir en el desarrollo de terapias específicas.
· Informar a los afectados por celos agresivos y a sus familiares acerca del funcionamiento de la enfermedad para que manejen con mayor seguridad los síntomas más peligrosos.
· Alentar el reconocimiento de los celos patológicos como un problema de salud pública que exige una investigación controlada de terapias que resulten accesibles a los afectados, especialmente a los implicados en casos de violencia de pareja.
· Proponer un cambio de orientación de los protocolos de intervención con maltratadores/as en función de la presencia del trastorno celotípico que la mayoría padecen, para evitar, con una terapia integral, su reincidencia en los patrones de conducta agresivos e impedir así más muertes.
- ¿Son los celos el síntoma más común de la mayoría de los agresores?
En mayor o menor medida así es. Tanto en hombres como en mujeres, en heteros como en homosexuales. En la investigación que llevé a cabo mientras escribía mi libro hice una tipología de agresores encabezada por 2 grupos: los celosos y los dominantes. Al final, ambos síntomas parten de una inseguridad afectiva traumática, pero hay quien no la manifiesta con celos sino con un carácter dominante y tirano, obsesionado en ejercer un control autoritario sobre los demás. E insisto, se da tanto en hombres como en mujeres. Los celos, en cualquier caso, son el síntoma más visible en la mayoría y el de efectos más imprevisibles si viene con agresividad, pues es una patología con teclas desconocidas y poco investigadas, de modo que tocarlas inconscientemente es como cortar el cable equivocado de una bomba. Eso, precisamente, tratamos de evitar en VISC en primera instancia cuando atendemos a personas maltratadas, haciéndolas conscientes de cómo funciona el trastorno para que no corten el cable equivocado.
- ¿Cuál es la raíz del problema?
Viene de cuatro condicionantes (3 educativos + 1 biológico) que se dan en la infancia y que si se presentan con mucha intensidad, generan un trauma afectivo. Un trauma que, como cualquier otro, permanece dormido durante muchos años, reprimido por el subconsciente, hasta que un detonante en la vida adulta lo despierta. Sin embargo, los síntomas de este trauma también tienen un comportamiento inconstante. Es decir, una vez se despierta por primera vez en la vida adulta, empieza su ciclo de estados normales y estados de crisis alternos, con una frecuencia determinada en cada persona. Encontramos agresores que tienen 3 crisis al mes y otros que tienen 1 crisis cada 3 meses. Pero el comportamiento es el mismo.
- ¿El origen del maltrato nace del perfil de la maltratada o, por el contrario, de la cabeza del maltratador?
Sin lugar a dudas nace del maltratador. Un perfil determinado de víctima puede reincidir más a menudo en este tipo de relaciones, pero en realidad cualquier persona, mujer u hombre, es susceptible de enamorarse y unirse a un maltratador. Precisamente por la naturaleza inconstante del trastorno, que hace que muestren un lado bueno y un lado malo, por usar términos familiares. La víctima se enamora, lógicamente, del lado bueno, que suele ser especialmente bueno, compensando el otro lado. Por eso en VISC siempre advertimos que cuando conozcan a una persona con altibajos de ánimo muy acusados, se pongan alerta. Si no es bipolar, si no es borderline, si no es esquizofrénico, puede ser maltratador. Ocurre que suelen ser personas muy sensibles y alguien muy sensible tiende a ser muy apasionado, pero también más vulnerable a los impactos positivos y negativos que recibe a lo largo de su vida. Si los impactos negativos han superado a los positivos, esa persona sensible puede estar afectada por trabas emocionales que, junto con otras circunstancias, la vuelvan una compañía complicada. Pero con esa sensibilidad, en estado normal, son personas altamente atractivas, carismáticas y seductoras, por eso cualquiera puede caer en sus redes sin percibir nada anómalo, hasta que entran en crisis. El que entra en crisis con mucha frecuencia, es menos peligroso a priori, porque la pareja lo detecta antes y desata más fácilmente los nudos afectivos. A veces es peor cuando tienen una crisis cada varios meses, porque el desconcierto de no ver razón externa que lo justifique y el mayor tiempo que pasan siendo tipos estupendos, hace que la víctima se haga culpable de esas crisis puntuales y fortalezca el círculo vicioso del maltrato. Son los típicos casos en que, tras el crimen, el vecindario clama “no lo puedo creer, ¡si parecía un hombre de lo más amable y normal!”.
- ¿Por qué una persona es más propensa a convertirse en maltratador que otras?
Es una buena pregunta. A menudo me la hacen comparando a dos hermanos, supuestamente criados en el mismo entorno y por los mismos padres, con el resultado de que uno ha salido conflictivo y el otro no. La respuesta que doy se enlaza con mi argumento anterior. La diferencia está en la parte biológica que encontramos en el origen de este trastorno: una mayor sensibilidad neurológica. Esto determinaría la propensión de una persona a ser más conflictiva que su hermano ante los mismos impactos negativos. Pero han de darse otras circunstancias para convertir esa propensión en un trastorno conductual y ahí sí que debemos hilar más fino. No basta valorar que el afectado ha sido criado por los mismos padres. Hay que estudiar la biografía de cada uno y de ambos progenitores en los momentos más frágiles del desarrollo mental del bebé, empezando desde el vientre materno y hasta los 4 años, aproximadamente. Varios estudios demuestran que lo que sucede en esa etapa determinará nuestra salud mental en el futuro. Por tanto, bastaría que la madre hubiera sufrido mayor estrés durante los 4 primeros años del niño más sensible procurándole un trato más inadecuado, para que éste viera fijada en forma de trastorno su propensión a la agresividad. Un padre agresivo incrementaría el estrés de la madre y supondría un peor ejemplo para el niño en los años posteriores. Sin embargo, es más clave la relación con la madre en esa primera etapa.
- ¿Cuál es el grado de responsabilidad sobre sus actos de un maltratador?
Se nota que ha leído mi libro, porque sin hacerlo, poca gente plantearía esta cuestión. Y es importante porque, según nuestro código penal, la presencia de un trastorno o anomalía psicológica supone a menudo obtener un atenuante de la pena o incluso la inimputabilidad. Esa sola posibilidad y la alarma social que representa eximir a un sujeto tan peligroso, es lo que hoy en día venda los ojos a la psicología para que no analice en profundidad el contenido patológico que puede haber tras su conducta. Diferente trato se le da si es maltratadora. Pero esos tintes ideológicos y esos temores hacen que las ciencias de la salud mental hayan adoptado una postura cómoda o negacionista ante esta realidad. Y lo entiendo. Pero no lo acepto. Porque esa negación es precisamente lo que impide resolver el problema de raíz.
Tras esta reflexión le respondo a su pregunta: el grado de responsabilidad, libertad o control sobre sus actos de un maltratador debe ser indiferente a nivel penal, pero no a nivel terapéutico. En la medida en que el maltratador es consciente a priori y a posteriori del mal que ha hecho, aunque no pueda actuar con arreglo a esa consciencia en el momento del crimen, debe ser recluido, incluso para siempre. Porque antes y después sí era consciente, porque debe impedírsele el suicidio, porque sigue siendo peligroso, porque aún no existen terapias efectivas y porque la seguridad del resto de la sociedad es prioritaria. Y si hay que introducir una excepción en el código penal para hacer compatible cierto nivel de enfermedad con la reclusión penal, se introduce. Eso sí, este preso ha de ser sometido a terapia y a la investigación de terapias, para que el sacrificio constitucional que implicaría esta excepción, dé frutos constructivos a largo plazo.
- Usted rechaza términos como violencia de género, violencia machista, terrorismo doméstico...
“Violencia machista” y “terrorismo doméstico” son términos más ideológicos que científicos. Con un afán populista y efectista, se usan para arengar al público contra un supuesto enemigo común organizado, pero no tiene nada que ver con eso y, al final, sólo introducen más confusión sobre un fenómeno, de por sí, complejo. Además, hablar de terrorismo en esto me parece de una gran superficialidad y desorientación. Pero no rechazo el término “violencia de género”. La violencia contra la mujer por el hecho de ser mujer existe y se expresa en fenómenos como la explotación sexual, la ablación, el aborto selectivo de niñas, la analfabetización femenina, el trato discriminatorio institucional, la desigualdad de sueldos, la violación, el trato esclavista, etc. Todo esto representa violencia de género, es grave, debe combatirse y con ese fin ya existen diversidad de instituciones y medios. Lo que opino es que no debe confundirse con la “violencia de pareja”, como a menudo sucede, tildándose de violencia de género cualquier crimen en que un hombre mata a una mujer en el contexto de una relación sentimental, sin mediar más investigación sobre el móvil que descarte o no motivaciones claramente machistas. El tema que a mí me ocupa es, pues, el de la violencia de pareja, siendo más complejo porque afecta a ambos sexos. Y si bien habrá casos psicopáticos de hombres cuyo estímulo vital sea someter y torturar a las mujeres, esa no es la realidad que más abunda. Según mi experiencia, suele haber anomalías psicológicas, con frecuencia celos y/o venganza patológica, que afectan tanto a hombres como a mujeres. La diferencia es que ellos suelen matar ruidosa y directamente, mientras que ellas lo hacen sutil e indirectamente. Pero unos y otros maltratan. La confusión viene porque las actitudes celosas se interpretan como machistas en un hombre, sin que haya adjetivo equivalente para la mujer. Propongo entonces que para distinguir si un hombre ha matado por machismo o no y hablar con propiedad, se estudie si el móvil de la agresión podía ser empuñado también por una mujer o un homosexual. Si es compatible con cualquier género y tendencia sexual, entonces hablemos de violencia de pareja. Y ante la duda, tengamos la honestidad de no introducir el ingrediente ideológico del género, pues nunca erraremos si hablamos de violencia de pareja.
- No debemos olvidarnos entonces de los hombres que son maltratados por sus parejas...
Ni de ellos ni de las mujeres que maltratan y piden ayuda para cambiar, pues son las dos caras de la misma moneda arrinconada por todas las autoridades e instituciones implicadas en la resolución de esta lacra. Y es que si se niega que exista el hombre maltratado, se niega que exista la mujer maltratadora, impidiendo por tanto el derecho de aquellos a ser protegidos y el de ellas a recibir un tratamiento específico que las mejore.
- ¿Hablan las medidas de protección oficial el lenguaje de las maltratadas?
En absoluto. Lo siento, pero debo ser rotunda en esta cuestión, porque he sido maltratada y porque nunca me he identificado con el perfil sobre el que estas medidas centran todos sus esfuerzos. El enfoque oficial del problema concibe al maltratador como un monstruo manipulador, cruel, retorcido, egoísta y cobarde al 100%. Alguien de quien jamás podría enamorarse una mujer en su sano juicio. Negar sistemáticamente que el maltratador tenga un lado bueno, tan auténtico como su lado malo, supone considerar a la víctima ciega, lisiada en su criterio, débil, frágil y hasta estúpida, alguien en definitiva, que debe ser tutelada por el estado, como una menor de edad o una incapacitada. Por eso creen que requerimos de una protección mayor que un hombre, sin darse cuenta que esta premisa supone un machismo encubierto, sostenido en el viejo mito de que la mujer es, efectivamente, el sexo débil. Ese es el demoledor mensaje entre líneas que escucha la maltratada, mensaje que acaba de lapidar la poca autoestima y confianza en sí misma que le queda tras la convivencia con un maltratador, pero que además, la hace resistirse a seguir los protocolos dictados por esas mismas voces. Por eso, desde VISC defendemos un lenguaje distinto, respetuoso con el criterio y la autoestima de la víctima. Y ese lenguaje implica admitir que no se ha enamorado de un monstruo, sino de alguien que, si bien tiene un lado bueno, también tiene otro lado malo mucho más poderoso, que tiende a empeorar y que acabará con la vida de ambos, tarde o temprano. Este mensaje es mucho más realista para una víctima de una inteligencia media que, entonces sí, se siente respetada, comprendida y valorada. Y es así como establecemos lazos más fuertes con ella, que se deja ayudar con mayor docilidad y consciencia. A partir de ahí y respetando por encima de todo su libertad y madurez para decidir dejarle o no, podemos explicarle cómo funciona el trastorno de su pareja y cuál es la actitud más segura para enfrentarlo si quiere salvar su vida.
- ¿Cuál es la orden de protección más eficaz?
Quitar de la cabeza del maltratador sus ganas de matar. Y eso no se hace endureciendo las penas a los que ya han matado para intimidar a otros que de ninguna manera se van a acordar de los presos en el momento de matar. Se hace metiéndose en su cabeza con todas las herramientas que la psicología y la psiquiatría disponen, para neutralizar, modificar o contrarrestar el trauma responsable de sus crisis. Y si no hay herramientas, se crean.
- ¿Podría hablarnos sobre la frecuencia de las crisis que sufren los maltratadores y el gráfico que consiguió completar de las mismas?
Sí, es un gráfico que diseñé para comprobar si mi ex pareja tenía una frecuencia de crisis determinada y que le realicé durante 7 meses. En el eje vertical puse los distintos estados de ánimo que atravesaba, desde el estado de ira, debajo del todo, hasta el más feliz, arriba del todo. En el eje horizontal, los 30 días del mes, de modo que cada día dibujaba un punto a la altura del estado de ánimo predominante. Al unir los puntos visualicé la montaña rusa que era el ánimo de esta persona. Pero no sólo eso. El gráfico de frecuencia de crisis es uno de los ejercicios más útiles para la comprensión de la personalidad maltratadora, pues demuestra la existencia de dos estados emocionales alternos y opuestos que acaban generando ese lado bueno y malo que, sin tratamiento ni consciencia, se desequilibra hacia el lado malo. Pero también revelan lo que ocurre justo antes de cada crisis, momento que podría suponer el interruptor o detonante de ese estado. En el caso de mi ex pareja fue interesante comprobar que justo antes de cada crisis lo único que había pasado es que había dormido. Esto nos llevó a deducir que su interruptor estaba en el sueño y que el subconsciente tenía mucho que decir sobre este problema.
- La autoestima es otro aspecto importante...
Y no lo digo yo. Lo dice toda la literatura especializada. En mi libro lo que hice fue representarla en un gráfico que ilustra el funcionamiento de la autoestima respecto al trauma tanto en estado normal como en estado de crisis. Y es importante porque el estado de crisis implica el despertar del trauma a costa de la amputación provisional de la autoestima. Así pues, si de manera figurada, en estado normal la suma de nuestra autoestima interna con la generada por elementos externos que nos hacen sentir bien (pareja, trabajo, hobbies, familia, casa, etc). suponen un 75% de autoestima en actividad, frente al 25% de la actividad del trauma, cuando entramos en crisis, el trauma se despliega ocupando el 50% de la actividad mental, a costa de la autoestima interna, de modo que los elementos externos que contribuyen a fortalecerla pasan a ser imprescindibles para mantenernos en un 50% de la autoestima básica que necesitamos para no desestabilizarnos, castigar sin control y auto castigarnos después.
- ¿Cuándo es el mejor momento para dejar a un maltratador?
Por lo que acabo de explicar, en estado de crisis es el peor momento, porque la pareja es uno de los elementos que más sostienen la autoestima en ambos estados, pero sobretodo en ese. No es tan peligroso, de hecho, dejarles cuando permanecen en estado normal ya que ese 75% de actividad de la autoestima no hace peligrar su equilibrio si pierde alguna cosa externa. Lo que suele ocurrir cuando una víctima pretende dejar a su pareja cuando él se encuentra en estado normal, es que su alta autoestima provisional lo vuelve demasiado encantador y convincente, de modo que consigue una nueva oportunidad. Pero siempre es más seguro elegir ese momento para dejarles (evitando exponerse a hablarlo, para esquivar sus artes de encantamiento) que hacerlo en el momento de la crisis, en que podría resultar fatal. Y otra cosa que siempre advertimos es que en estado de crisis jamás, por insistencia suya y agotamiento propio, confirmen sus enfermizas sospechas celosas, o reaccionen con similar agresividad, o le desafíen. Recordemos que está al borde del desequilibrio y la desaparición de cualquiera de sus agarraderos lo puede desestabilizar, desconectando su lado racional con consecuencias seguras nada deseables. Imaginen a un tigre malherido mirándonos como su principal amenaza. La misma sumisión que mostraríamos ante él, nos salvará la vida ante un maltratador en crisis. Ya nos rebelaremos con una estrategia más inteligente cuando él recupere el estado normal.
- ¿Se le está dando poca importancia a la violencia de pareja en menores? ¿A qué es debido el incremento de este tipo de violencia?
Está empezando a preocupar dado su inesperado aumento en sociedades cada vez más blindadas contra el machismo. El aumento se explicaría fácilmente desde nuestro enfoque que advierte que existe un enemigo a batir mayor que el machismo, un enemigo que está ignorándose y por eso campa a sus anchas ganando cada vez más terreno en la sociedad. Si el principal síntoma de este enemigo son los celos patológicos, ocurre que los celos estallan ante la provocación, no ante la sumisión, cual régimen dictatorial. Y si animamos a las mujeres a rebelarse y a denunciar sin trabajar paralelamente el impulso castigador del celoso, lo que ocurre es que el celoso estalla y mata con mayor virulencia. Los jóvenes de hoy en día serán quizá menos machistas, pero son tan o más celosos que antes (por la degradación de la educación en la familia a causa de las exigencias consumistas que implican un descuido progresivo del contacto calmado con los hijos en sus edades más frágiles), de modo que las ansias de libertad del otro miembro de la pareja colisionan con esa inseguridad patológica que sufre el celoso, tanto hombre como mujer que, además, carece de recursos para resolverla pacíficamente, porque no los ha aprendido.
- Una pregunta que muchos nos hacemos: ¿Por qué el maltratador no se suicida antes de terminar con la vida de la maltratada?
Por su impulso irracional y neurótico de castigar lo malo, que se activa en el estado de crisis. Es uno de los 3 condicionantes educativos que le marcaron durante la infancia: todo lo malo tiene que castigarse. Así lo aprendió, siendo castigado por todo lo que hacía mal o lo que no hacía bien, de un modo impulsivo, sin mediar explicación ni proporción. Así pues, para su inconsciente, su pareja representa el papel afectivo que representaba su madre en la infancia, por lo que asocia a ella las sensaciones positivas y negativas que experimentó en aquella relación. Y entre las negativas está la sensación de traición y abandono, por no recibir la atención que necesitaba de aquella en los momentos más sensibles y, en muchos casos, por recibir lo contrario, un trato demasiado estricto, distante o agresivo. Cuando el trauma despierta, despierta también ese sentimiento, que ahora se asocia a su pareja y si ésta le confirma su intención de separarse, el celoso en crisis sufre 4 procesos mentales a la vez: 1) Ve confirmadas sus sospechas de que estaba siendo traicionado; 2) La inminente pérdida de su pareja le hace perder el mínimo de autoestima básica que necesita para no desestabilizarse; 3) Interpreta como “malvada” a su pareja, achacándole el cúmulo de emociones negativas que lo embargan; 4) Aplica el impulso de castigar lo malo, tal como lo aprendió y con una intensidad proporcional al dolor que siente. Y resulta que a estas personas les aborda una necesidad neurótica de cerrar el círculo maldad-castigo, sintiendo una gran ansiedad si el castigo no se consuma. De ahí que no haya casi nada que pueda detenerlos dándose todo esto. Obviamente, tampoco sirve ningún imperativo que apele a su razón en esos momentos (los años que pasará en prisión, los hijos, sus padres, lo que perderá, etc.). Una vez ha logrado consumar el castigo, su nivel de ansiedad desciende, permitiéndole reconectar su lado racional con su lado emocional. Y es ahí cuando “se da cuenta” de la barbaridad que ha hecho. Un acto cuya desproporción le supera y sume a muchos en un estado de shock temporal. El suicidio llega después bajo el mismo impulso que antes, pero ahora vuelto contra sí mismo: “el malo soy yo”. Y la cárcel les parece poco castigo. Quiero recordar aquí un caso reciente, del pasado Agosto, cuando en Torrent (Valencia) un hombre, armado con un cuchillo aporreaba la puerta de su ex mujer con la firme intención de matarla a ella y a los padres. La policía llegó a tiempo, lo detuvo y lo mantuvo esa noche en comisaría. Siguiendo el protocolo anti-suicidios le quitaron todo objeto con que pudiera auto lesionarse, pero eso no impidió que de madrugada lo encontraran colgado de una soga hecha con su propia camiseta. Este suceso invita a replantearse esas interpretaciones superfluas que dicen que el maltratador se suicida tras matar porque ha perdido el sentido de su vida, su objeto de dominación, que era su mujer. Este caso ilustra que no es así, porque este agresor ya vivía separado de su ex mujer y porque no la había matado, ni siquiera malherido, pues no llegó a tenerla delante. En coherencia con mi explicación anterior, este hombre se suicidó al finalizar su estado de crisis, bajar su nivel de ansiedad, reconectar su lado racional, volver a ser un tipo “normal” y comprender la barbaridad que estuvo a punto de cometer. Ahora sólo tenía que actuar de nuevo el impulso de castigar lo malo que, sin duda, tenía bien interiorizado.
- Parece necesario un nuevo enfoque en cuestiones de violencia de pareja ¿Cuál sería su propuesta y la de la Asociación VISC?
En VISC tenemos 7 propuestas concretas para que las autoridades reviertan la tendencia al aumento de este fenómeno:
1º) Que se continúe con las políticas de igualdad pero respetando el artículo 14 de la Constitución, sin discriminación de ningún tipo. Hablemos, pues, de violencia de pareja de manera predeterminada, atendiendo a víctimas y agresores por igual con independencia de su sexo.
2º) Que se abran centros de investigación centrados en conocer y neutralizar los factores responsables de la personalidad maltratadora. O bien que se aproveche la reclusión penal de estos agresores para investigar su anomalía desde la psicología y la psiquiatría.
3º) Formar a ex maltratadas como mediadoras en acogida y acompañamiento de nuevas víctimas. Y que lo hagan desde el enfoque respetuoso que antes he descrito para así fidelizar a la víctima en el proceso de separación, sea o no judicial.
4º) Organizar y estimular concursos públicos anuales de propuestas contra la violencia de pareja abiertos a toda la población, con premios estimulantes y un jurado multidisciplinar.
5º) Habilitar teléfonos de información sobre celos patológicos donde se atienda a agresores y víctimas de ambos sexos.
6º) Editar folletos de información para padres incidiendo en la prevención del trato que genera personalidades maltratadoras.
7º) Diseñar nuevas propagandas de concienciación dirigidas a los afectados (agresores y víctimas) para motivarlos, de un modo pedagógico, a buscar ayuda y visibilizar su situación.
- Desde su experiencia, ¿qué le diría a esas personas que son maltratadas y no se atreven a denunciar o a dejar a su pareja?
Les diría que no subestimen este problema, que se informen de cómo funciona, de lo imprevisible que es, de su tendencia natural a empeorar, de que ni el amor ni la fuerza de voluntad puede curarlo, pero tampoco el sometimiento a sus peticiones renunciando a nuestra libertad. Les diría que han tenido la mala suerte de enamorarse de alguien con un lado bueno sincero, pero también con un lado malo muy destructivo y peligroso, que seguir con ellos supone hundirse en su mismo barco y que no vale la pena. Que la mejor forma de ayudar a ese hombre o mujer al que amas pero que te está matando, es alejándote de él y usando tu libertad para ayudarle en la distancia, en asociaciones o en un voluntariado personal para reclamar que se investigue este trastorno o para ayudar, desde tu experiencia, a otras personas que no puedan salir de este círculo vicioso. Hay muchas cosas constructivas que una víctima de maltrato puede hacer para ayudar a su pareja sin exponer su integridad física o psicológica. Porque en el fondo, eso es lo que desea una persona maltratada: ayudar a su pareja. Pocas dirán que desean venganza, castigo o sufrimiento para el maltratador. Todas quieren vivir en paz y que ellos sean felices. ¿Por qué? Porque saben mejor que un psicólogo o un político desde su despacho, que esos hombres no son monstruos, sino enfermos, llámese como se quiera esa enfermedad. Sin embargo, solo salvarán su vida sabiendo con claridad a qué se enfrentan y qué pueden esperar. De eso informamos en VISC. ¿Denunciar? Por supuesto, si podemos demostrar el maltrato, pero con inteligencia y consciencia. La prioridad es ponernos a salvo, no la denuncia. Y para hacer las cosas bien, hay que diseñar una estrategia segura, un plan de fuga perfecto y después, denunciar con las pruebas pertinentes.
- ¿Cómo se puede contactar con la asociación VISC?
Por las redes sociales nos encontrarán en www.facebook.com/asociacionvisc, por mail en visc@visc.es y para obtener materiales e información sobre nuestro trabajo, entrando en nuestra web www.visc.es. También atendemos en el teléfono 660099503, aunque sin un horario concreto, ya que todos somos voluntarios y empleamos gran parte de nuestro tiempo en ganarnos la vida por otros medios.
- Alguna otra cosa que nos quiera contar...
Sólo agradecer a “Crimen y Criminólogo” la apuesta por dar difusión a este enfoque con una entrevista muy valiente para los tiempos que corren, con voces tan potentes gritando en sentido opuesto, sin demasiado sentido, en cualquier caso. Reconforta comprobar que sigue habiendo profesionales interesados en indagar caminos hacia la verdad, con fuentes de autoridad poco comunes (la voz de una ex maltratada) y sin pretender el beneplácito de nadie. Esa honesta y comprometida actitud me hace pensar que quizá sea la Criminología la disciplina que dará con el principio del fin de esta lacra.
Gracias también a los lectores que han tenido la paciencia de llegar hasta aquí con un contenido que reconozco bastante denso, aunque perfectamente asequible. Lo necesario ahora es que esto no caiga en saco roto, porque hay muchas vidas en juego.
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