Removemos hoy unos tristísimos y gravísimos acontecimientos. El brutal asesinato de una joven que tenía toda una vida por delante. Vida que compartía con una familia modesta y humilde. Vida que le fue arrebatada por unos psicópatas un 17 de Mayo de 2003.
Sandra Palo Bermúdez, vecina de la localidad madrileña de Getafe, contaba tan solo con 22 años de edad cuando la muerte se cruzó con ella en forma de Citroën ZX, robado, de color rojo, y con cuatro psicópatas a bordo. Francisco Javier Astorga 'El Malaguita', de 18 años y 3 meses; y tres menores de edad: Rafael Fernández García, ‘El Rafita’; Ramón Santiago Jiménez, ‘El Ramón’ y Ramón Manzano Manzano, ‘Ramoncín’.
Sandra se encontraba de paseo por la madrileña glorieta de Marqués de Vadilo con un amigo a las 2.30 horas de la madrugada cuando de repente fue ‘invitada’ a punta de navaja a subirse al automóvil junto a su amigo. Unos metros más adelante, el coche se detenía para dejar salir al mucho que la acompañaba, quedando Sandra sola y asustada con estos cuatro monstruos.
Con la intención de satisfacer todas sus apetencias sexuales, tal y como recoge la sentencia del juzgado de Menores, tomaron dirección Getafe por la carretera de Toledo para desviarse en el kilómetro 8,200 e introducirse en un descampado que daba a un callejón al que accedieron después de romper una cadena que impedía el acceso a tan recóndito lugar.
Bruscamente, Sandra fue obligada a salir del vehículo para vivir una auténtica pesadilla en forma de golpes y violaciones a los que no pudo responder más que con gritos de auxilio que nadie pudo escuchar. Sola y con su futuro en manos de unos desalmados, así se encontraba esta joven cuando todo parecía empezar a calmarse. Vestida, Sandra únicamente soñaba con escapar de aquel terrorífico lugar. Pero estos cuatro psicópatas ya habían tomado una decisión que anunciaron en forma de atropello. Hasta en 10 ocasiones, ¡en 10! pasaron con su coche por encima de la pobre muchacha para evitar que les delatara. Y por si no fuera suficiente, acordaron ir a comprar gasolina para quemar a su víctima y borrar toda huella. Con total sangre fría se acercaron a la gasolinera más cercana, adquirieron un bidón y regresaron a un lugar en el que Sandra Palo trataba de incorporarse y ganar su batalla con la muerte. Lejos de arrepentirse, la rociaron el cuerpo y encendieron el mechero. El cuerpo de Sandra Palo seria encontrado horas más tarde por un camionero.
Los asesinos de la joven serían detenidos en junio de ese mismo año, tan solo un mes después de lo ocurrido. La Audiencia Provincial de Madrid condenó al 'Malaguita' a 64 años de prisión. Los restantes asesinos, menores de edad, fueron condenados a ocho años, 'El Ramón' y 'El Ramoncin', y a cuatro años 'El Rafita'.
La condena a los menores provocó un torrente de críticas. Para la Ley Penal del Menor, la vida de Sandra Palo costaba ocho años en el mejor de los casos y cuatro para 'El Rafita' que contaba en ese momento con 14 años de edad.
El objetivo de internar a los menores en estos centros es lograr su reinserción, rehabilitación, resocialización, reeducación o reintegración. Pero algo mal se debe estar haciendo, ya que lejos de obtener estos objetivos, el efecto es el contrario. 'El Rafita' es un claro ejemplo de fallo tanto en la Ley Penal del Menor como en las medidas que se utilizan para conseguir dichos objetivos. Tras cuatro años de internamiento parece claro, a tenor de los últimos acontecimientos, que el sistema ha fallado. ¿No se debería reformar la ley? ¿No sería beneficiosa la figura del criminólogo en estos centros de internamiento? ¿Se trabaja adecuadamente en unos centros envueltos en polémicas de malos tratos? ¿Tal vez lo único que interesa a los gobernantes es retirar del medio al asesino y que se olvide la opinión pública de la víctima?.
Conocido el fallecimiento y la irrisoria condena por el asesinato de Sandra Palo, sus padres comenzaron una lucha por conseguir una justicia digna y crearon la Asociación Sandra Palo, ya que como dice María del Mar Bermúdez, madre de Sandra, “el tiempo ha demostrado que la justicia está para los delincuentes y la injusticia para los familiares de las víctimas”.
No es que esté en desacuerdo, pero no creo que sea correcto culpar al Derecho Penal (que siempre va a intervenir cuando ya es tarde y el daño está hecho) cuando realmente se debería culpar a la sociedad y la (no)educación que esos jóvenes han recibido.
ResponderEliminarPara cuando el Derecho Penal interviene esas personalidades ya están formadas y eso es muy difícil de modificar. No se puede esperar más del DP. En mi opinión el fracaso (y sé que me reitero) es de la sociedad en su conjunto.